El reencuentro con la Muchacha
- Javier Benítez
- 25 jul 2018
- 5 Min. de lectura

Tras 23 horas de autobús llegué a Cusco, entramos en la zona turística del Perú, donde posiblemente la mamita que te encuentres vestida con su ropa típica, lleve una llama, alpaca o cabrita de la mano y te ofrezca sacarte una foto por una modesta propina, a diferencia del norte del país donde lo que vas viendo es pura realidad y no teatro.
Tras un mes de parada entre las rutas de senderismo de la cordillera blanca y el voluntariado, mi intención era parar en Cusco algunos días para aclimatarme de nuevo a la altura y luego realizar una de las rutas más impresionantes de la zona. Quería conocer las ruinas incas de Choquequirao y enlazar el trekking con las famosas ruinas de Machupichu. Pero algo me decía que no podía realizar ese trekking. La intensidad era elevada y mi estado físico no era el mejor después de un mes de inactividad deportiva unido a las famosas y temidas infecciones estomacales del viajero. Una semana estuve descansando y paseando, a base de dieta blanda y medicación que matase al inquilino que se había alojado en mi intestino sin ni siquiera pedir permiso.

Mientras pasaban los días, iba conociendo a otros cicloturistas que se alojaban en el mismo hostal. Hay varias apliaciones con las que nos comunicamos y al final todos acabamos en los mismos sitios cuando se trata de buscar hospedaje económico y con comodidades para descansar, cocinar y reparar nuestras compañeras sin que nos cueste un riñón.
Uno de los días llego Victor, un tico o costarricense con el que decicidí conocer una de las ruinas más famosas del mundo. Aunque no queríamos hacer el típico tour turístico, los dos nos encontrabamos cansados como para emprender una caminata de varios días que nos llevase a la ciudadela, por muy aventura que fuese. Así que tomamos un bus de seis horas que nos llevó a la hidroeléctrica y de ahí emprendimos el camino que realiza la mayoría de la gente.
Tan solo bajar del bus, nos dimos cuenta de que estábamos entrando en un parque temático. Hay que admitir que el recorrido que transcurre paralelo a la vía del tren (la opcion elegida por los que tienen un presupuesto bastante más elevado) es bastante bonito. Pero ir caminando mientras esquivamos a tantos y tantos turistas, no era lo que más nos gustaba. Tras dos horas de caminata, llegamos al cruce donde la gente suele continuar hacia el pequeño pueblo de aguas calientes, pero nosotros nos quedamos en el camping municipal, más barato y cerca del camino a las ruinas.

Pasamos la noche a las faldas de la montaña de Machupichu y al día siguiente emprendimos la subida temprano. No fue tan duro como nos dijeron, supongo que el temor lo inculcan para que la gente suba en el bus que cuesta el otro riñon, ya que uno lo has usado para pagar la entrada por ser extranjero.

Una vez arriba tuvimos que esperar hasta las doce, hora en la que podíamos acceder los del segundo turno. Mientras tanto, algun que otro paseo, sellito al pasaporte e hicimos algunos amigos. Finalmente llegó la hora, buscamos un guía para enterarnos bien de por donde ibamos a caminar y accedimos al complejo de Machupichu.
Vale, hasta aquí parece que estamos entrando en el tunel del terror, pero una vez dentro, se te olvida que estas rodeado de turistas, la ciudad es preciosa, las vistas inmejorables y cuando empiezan a explicarte todo, no puedes creer como fueron capaces de montar semejante maravilla del mundo entre esas montañas y que a día de hoy casi todo se conserve tal cual se creó.


A pesar del calor que pasamos, estuvimos hasta bien entrada la tarde y entonces deshicimos el camino y volvimos al camping a descansar, aunque antes fuimos a tomar algo con las chicas argentinas que conocimos en el camino.
Al día siguiente y ya sin prisas, volvimos a la hidroeléctrica para tomar el bus a cusco de nuevo. Esta vez disfrutamos más del camino, no habia nadie y la zona es preciosa, ceja de selva, donde se une la sierra y la amazonía, lo que nos permitió ver algun que otro lorito.



Una vez llegamos a Cusco pretendíamos salir en dos días, un día para descansar y salir de fiesta, que después de tres meses aun no había tenido ninguna, y al día siguiente nos iríamos. Pero habíamos hablado con Javi Bicicleting, otro cicloviajero que lleva ocho años viajando por el mundo y con el que ya habia hablado por facebook anteriormente y quedamos para conocernos. Tras un rato de charla con Javi y varios ciclistas más que había en el hostal, nos convencieron para quedarnos unos días más. Así que de nuevo Cusco volvía a atraparnos.

Nos mudamos de hostal y pasamos una semana más, salimos de fiesta, cocinamos, pusimos las bicis a punto y compartimos buenos momentos entre viajeros.
Pero ya tocaba, ya eran dos meses sin dar pedales y la Muchacha me estaba llamando. Con toda la información sobre la ruta que me esperaba y tras conocer también a Marge, francesa con la que viajaré por Bolivia, llegó el día de partir. Victor iba hacia el norte, así que aquí nos separabamos dos payasos que habíamos compartido grandes momentos.



La ruta de ahora no tiene nada que ver con lo que llevaba hasta el momento. Atrás quedaron los días de subidas interminables, ahora la velocidad media ha aumentado y los kilómetros se hacen en menos horas, apenas hay subidas y el clima es ventoso y muy frío en las noches. Los paisajes de altiplano o pampa son totalmente diferentes y la ruta te regala algunas veces momentos de disfrute como compensación por el frío nocturno. Aunque parezca increible, es posible darte un baño al aire libre viendo el amanecer a 4100 metros de altitud. El agua estaba hirviendo y el contraste con las temperaturas bajo cero fuera de la piscina era divertido. Compartí la noche con una familia de Francia, si todos dicen que estamos locos por viajar de esta manera, no quiero imaginar lo que pasará por vuestras cabezas cuando os diga que la familia esta formada por el padre, la madre y tres niñas de 5, 7 y 9 años, a las que les preguntas que colegio les gusta más y responden sin dudar que este en el que estudian todos los dias al aire libre y con un aula diferente. Como siempre digo, viajar solo es proponerselo y lanzarse a ello.

Llegar al lago Titicaca fue como conseguir otra meta del viaje. Cuesta imaginar que esté a 4000 msnm porque más que ver un lago parece que esté de nuevo ante costas marinas. El último atardecer peruano fue de los mejores, un buen regalo de despedida y aunque hacía bastante fresquito, no pude resistirme a darme un baño en uno de los lagos más altos del mundo.


Por el contrario Bolivia me dió la bienvenida con algunas dificultades y lluvia, pero nada que no se pueda solucionar, además, me siento con los ánimos bien arriba, bastante contento y con ganas de afrontar el siguiente reto, recorrer Bolivia por el altiplano, atravesando salares, desiertos de pampa y caminos sin asfaltar. Se que la ruta puede ser dura, pero la promesa de paisajes que nos dejarán con la boca abierta, puede más que el miedo a pasar noches algo fresquitas.
Ahora mismo me encuentro en La Paz, donde en breve me reuniré con Marge, una cicloviajera de Francia con la que compartiré este recorrido por el altiplano boliviano.

Compañeros y compañeras de viaje, os escribo en cuanto pueda. Un abrazo.