Vivir la vida que deseas
- Javier Benítez
- 5 jul 2018
- 3 Min. de lectura

Esta historia es un poco diferente a las que habéis estado leyendo, es la historia de mucha gente que acostumbramos a ver. Con toda mi intención dirigida a cambiar la forma de pensar de mucha gente, voy a hablar sobre un tema estigmatizado o todavía mal visto en muchos sitios.
Creo que si lo englobo dentro una palabra, diríais Hippie. Bien, digamos hippie.
Pero ¿que es ser hippie?
¿Ser hippie es llevar rastas y lavarse lo justo y necesario?
¿Ser hippie es llevar una forma de pensar abierta, liberal y antisistema?
¿O ser hippie es llevar una indumentaria de difícil combinación?
Y bueno podría enumerar muchas más definiciones, pero la gran mayoría tienen un ápice despectivo. Corrígeme si me equivoco.
No quiero comerle la cabeza a nadie ni hacerle cambiar de idea si no quieren, simplemente me gustaría que reflexionaran un poco.

Durante el tiempo que llevo viajando he conocido a gente que vive de lo que ha aprendido a hacer, artesanía, música, espectáculos, etc. Pero las dos semanas que pasé en Huaraz pude conocer un poco más a fondo a varias de estas personas. Son jóvenes y tienen como muchos, unas ganas inmensas de vivir y conocer cosas, lugares y gente nueva. Viven literalmente al día y si necesitan más, parchan más. Ir a parchar es ir a montar el parche, ir a poner una tela en el suelo con su artesanía mientras siguen tejiendo o se toman un mate tranquilamente, quien dice artesanía dice malabares en un semáforo o tocar música en una plaza.
''-Ya pero que se busquen un trabajo como dios manda.
-Igual ellos no quieren las ataduras de un trabajo como dios manda.
-Son flojos y ya está.''


Más de una vez hemos escuchado respuestas así. Sin embargo cuando vamos a los ''puestos hippies'' en las ferias o en verano en la playa, intentamos que esas dos pulseras por 5€ sean 3, pero ese hippie flojo ha tardado más de una hora en tejer esas tres pulseras que seguramente sean únicas, no hemos pensado en eso. Me incluyo porque yo también intenté alguna vez regatear hasta precisos irrisorios. O por ejemplo somos capaces de pagar 50€ por la entrada de un artista que estamos hartos de escuchar y que llena un auditorio en 20 minutos, pero, ¿realmente nos gusta su música o solo vamos al concierto porque es popular?, porque luego pasamos por una plaza y no somos capaces de reconocer un artista que toca su guitarra en una esquina, si ni siquiera nos tomamos el momento de pararnos a ver si nos gusta o no y si es que nos gusta, como no es famoso, ni se nos ocurre aportar 1€ a esa gorra con dos o tres monedas de gente que sí se paró a reconocer su talento. Igual muchos hemos pagado bastante por ir a ver un espectáculo del circo del sol, pero hemos visto a unos chicos haciendo malabares en un semáforo y hemos girado la cara esperando que se ponga en verde para no dar un céntimo. No los estoy comparando ni diciendo que tengamos que pagar a todos, pero ese chico que pasa su gorra al ponerse la luz verde y sigue sonriendo ante tu mirada esquiva, quizá lo hace con más ilusión que los del circo del sol.
Con todo esto lo que quiero decir es que deberíamos pararnos a observar, pensar, valorar e incluso, porque no, preguntar. Darnos cuenta de que valorar cuantas horas de tu día quieres pasar trabajando o disfrutando, no es ser flojo es querer exprimir cada minuto de tu tiempo. Valorar la calidad de un buen trabajo cuando lo tienes ante tus ojos, aunque el autor de esa obra no venga escrito en una etiqueta que explica sus componentes y formas de lavado, sino que sea el propio autor quien te diga como tratar y cuidar esa pieza única. A entender cuanto cuesta realizar un buen trabajo y no dudar de su valor si ni siquiera sabes hacerlo.

A mi madre siempre la he conocido cosiendo y se valorar un trabajo hecho a mano, pero nunca me paré a aprender o a dedicarle más atención y por ejemplo ahora estoy a miles de kilómetros y los bajos de mi pantalón se han descosido, van con una vuelta dada porque yo no se coserlos.

¿Sabes tú tocar esa canción, sabes cuanto cuesta tejer ese colgante que quieres a precio regalado?
Después de estas reflexiones me gustaría que al menos al ver a un artesano, músico, espectáculo de cualquier tipo o a ese ''hippie'' que nos muestra su arte a precio de voluntad, al menos le dediquemos un segundo y valoremos si nos gusta o no y si después de eso queremos o no colaborar, decidamos nosotros mismos si queremos ayudarlos a seguir viviendo su sueño, que si miramos en nuestro interior, veremos que al fin y al cabo, todos soñamos cosas muy similares.
