A veces la ruta se complica.
- Javier Benítez
- 1 jun 2018
- 5 Min. de lectura

Como os conté en la entrada anterior, que ya creo que se os habrá olvidado después de tanto tiempo, al día siguiente salí con Jamie a continuar el recorrido. Aunque uno decida viajar solo, siempre que se comparten vivencias se pasan unos ratos divertidos y siempre es entretenido conocer a gente nueva.
Lógicamente cada uno tiene una manera diferente de viajar, pero eso también te hace aprender cosas nuevas y plantearte el viaje de otra forma incluso.

Jamie en concreto viajaba haciendo muchos kilómetro y a un ritmo más acelerado. El primer día hicimos unos ochenta kilómetros, aunque mi resfriado seguía jugándome una mala pasada y me hacía dificultosa la respiración. Conseguimos que una señora nos dejase dormir bajo un techo que tenía en una zona a las afueras del pueblo. Estábamos cansados así que nos pusimos manos a la obra con la tarea de todos los días, montar tu casa. Siempre toca buscar un sitio cómodo, plano y lo más limpio y tranquilo posible. A muchos esto le parecerá incómodo, pero muchos días, después de varias horas pedaleando, sólo deseas llegar a ese sitio y sentirte en casa, aunque tu casa sea de tela y cada día en un sitio diferente.
Normalmente el día acaba al caer el sol, por lo que puedes llegar a dormir muchas horas, así que a las seis de la mañana, al amanecer ya uno está preparando todo para desayunar y continuar. El día empezó con una ruta sencilla, pero el cansancio del día anterior por tantos kilómetros y la energía que mi cuerpo invertía en recuperarse, hicieron que a los 50 kilómetros me despidiera de mi compañero para descansar.

Jamie continuó y yo me quedé en Cajabamba. Me voy dando cuenta de que las cosas siempre pasan por algo y que la gente que te cruzas estaba ahí por alguna razón. Fuí a pedir hospedaje a la iglesia, pero la señora del botiquín que estaba al lado me dijo que no me iban a ayudar, que ya le negaron pasar la noche a otros viajeros pero que me quedase en su casa. Me dió una medicación para el resfriado y comenzamos a hablar. Casualmente a su madre le dió un ictus hace año y medio y de esa manera intercambié alojamiento por algo de ayuda y consejos que mejoren la vida de esa familia. Una de las experiencias más gratificantes hasta ahora, poder usar tus conocimientos, algo que no te cuesta nada, para hacer más fácil el día a día de alguien. En este caso ese alguien se llama Esperanza y me hizo pasar una tarde muy bonita mientras le enseñaba cuatro consejos.
Al día siguiente, quería continuar ante la insistencia de la familia en que pasase varios días en casa recuperándome. La ruta fué bastante suave así que cuando alcancé la laguna del toro donde me pensaba quedar, decidí contiuar hasta Huamachuco donde el señor Ramirez, que también planea un viaje en bicicleta, me dió casa y consejos sobre los siguientes pasos que tenía que realizar.
La verdad es que la ruta de subida es muy bonita y encontré paisajes que te dejaban con la boca abierta. Y aunque era camino de tierra o trocha como le dicen aquí, no estaba tan mal y se hacía relativamente cómodo.

Pero todo se puede complicar y estoy aprendiendo que nunca puedes pensar que ya está todo hecho, porque hasta que no llegues al destino no acaba el día, incluso a veces ni habiendo plantado tu campamento. Puede pasar de todo.

Ese día en concreto me encontraba a 4000 metros de altura aproximadamente cuando unas nubes negras me amenazaban con malicia. Pensé que se estaban alejando de mi recorrido cuando el cielo empezó a tronar y un viento frío también asomó para hacerme pensar en plantarme en cuanto encontrase un lugar. En cuestión de cinco minutos se me puso a granizar y la temperatura bajó hasta hacerme doler los dedos de manos y pies. Porque como ya he avisado, todo se puede complicar, y así fué ya que me mojé los zapatos al cruzar un río y allí estaba yo, en pantalon corto y sandalias, a 4000 msnm y rodeado de niebla y granizo.
No voy a negar que pasé un poco de miedo de que la tormenta se complicase y en cuanto encontré un lugar relativamente seguro monté la tienda y me dispuse a descansar. Por suerte al poco el cielo se aclaró y aunque hizo bastante frio hasta el punto de amanecer con todo helado, pasé una noche buena de descanso y el amanecer fue bastante bonito.
Me desperté animado de que tenía una bajada de unos treinta kilómetros que pensaba disfrutar al máximo después de la tarde que pasé el dia anterior, pero el inicio del día solo auguraba lo que prentedía ser la continuación. La tienda acabó de romperse por las grietas de la varilla y cuando llegué al punto de bajada, era totalmente imposible de pedalear. Puro ripio con una pendiente importante y varios derrumbes en el recorrido que me hicieron tardar cinco horas y media en bajar los 30 kilómetros ya que tuve que empujar la bici y cargarla en peso para pasar lor ríos que se habían hecho hueco ante las grietas de los derrumbes.
Al llegar abajo una familia que se sorprendió de que apareciese por alli con esa bici cargada, no me dejó continuar sin beberme una jarra de zumo y sacarme un plato de comida.

El día siguiente empezaba con una subida bastante dura los primeros 20 kms y una camioneta me apoyó y me dejó justo al principio de la gran bajada que me quedaba. Bajaría unos ochenta kilómetros y el paisaje cambió de repente. Pasé de vistas de montaña y vegetación a un escenario desértico lleno de cactus, arena, montañas rojas y viento, mucho viento por ese cañon que me volvió a complicar el día. Tras varias etapas duras, empezaba a pensar que algo estaba intentando aburrirme y tras 40 kilómetros con el viento en contra frenandome en la bajada incluso pedaleando, llegué a gritar al aire que me diese una tregua.
Pedaleé un día más por el mismo tipo de paisaje y tras otro día duro y mucho calor dentro de ese cañón, decidí tomar una combi que me acercase a Huaraz, campamento base para la cordillera blanca. Ahi solucionaría o intentaría solucionar lo de la carpa, pararía a descansar y a conocer un poco la montaña pero sin la bicicleta. Necesitaba descansar el cuerpo y la mente de tanta intesidad.


Esto fué hace como semana y media y aun sigo por aquí, por suerte encontré un hostal que está muy bien de precio pero lo que me hizo quedarme fue la gente, ese buen rollo que hay aqui y los paisajes que nos rodean. Aquí conocí a muchos viajeros y se respira un ambiente familiar, pero ademas conocí a Pablo y Silvia, dos valencianos con los que llevo haciendo senderismo por los alrededores de la cordillera blanca todos estos días. En la próxima os cuento un poco más.
