Santa Cruz y laguna 69
- Javier Benítez
- 26 jun 2018
- 9 Min. de lectura

Hace un mes que llegué a Huaraz, campamento base o punto de partida para disfrutar de los bellos paisajes de la cordillera blanca. Mi intención era parar a descansar tanto física como mentalmente de la dureza de la sierra de los andes.
Tuve la suerte de llegar a El Tambo, un hostel con unas cualidades óptimas que hace que llegues para cuatro días, te quedes dos semanas y no quieras salir de allí.
Esta zona de la sierra de Perú está plagada de rutas de senderismo y alta montaña que atraen a viajeros de todos los lugares. Tenía ganas de llegar aquí y hacer algunas de sus rutas, pero aunque mi intención principal era el descanso, los que ya me conocen saben que una cama o un sofá hacen que me pique todo el cuerpo, así que estos días han servido para descansar pero sobre todo mentalmente.
El Tambo propicia un ambiente relajado y de buen rollo que hace que te sientas como en casa y la relación entre todos los huéspedes es bastante divertida.

Al día siguiente de llegar yo, aparecieron por allí Silvia y Pablo, dos locos valencianos con los que he disfrutado estos días al máximo. El primer día fuimos a la laguna Churup, ya habéis visto algunas fotos.
Esa piedra gris, rodeada de nevados y los colores azul y verde esmeralda de sus aguas, nos cautivaron a los tres. El recorrido fue cuanto menos peculiar, ya que nos desviámos un poco del camino para esquivar el control de entrada y eso hizo la ruta un poquitín más intensa. Subir por el mismo camino que las cabras no está hecho para humanos. Pero es que cada vez que ingresas al parque nacional Huascarán hay que pagar una tasa, que para los extranjeros es tres veces más cara que para el local. Y claro, nosotros que vamos viajando con un presupuesto bastante justo, no podemos permitirnos pagar por ir a la montaña el 75% de nuestro presupuesto diario. Finalmente lo conseguimos y aunque el agua estaba fresquita, Pablo y yo decidimos hacernos los valientes y darnos un chapuzón en esa laguna con agua del deshielo. Creo que sobra decir cuanto tiempo tardamos en salir.

La ruta hacia Churup era solo un calentamiento para lo que teníamos en mente. Nuestras ideas estaban dirigidas a hacer el trekking de Santa Cruz, considerado uno de los más bonitos del mundo, no seré yo quien diga lo contrario y sino ahora lo juzgaréis vosotros mismos.
Tras tres horas de transporte, llegamos al pueblo de Cashapampa a las seis de la tarde, ya de noche, con la intención de entrar al parque cuando ya el guarda se hubiese ido y dormir ya dentro, de lo contrario nos tocaría pagar por tres días de estancia en el Huascarán. Esta vez fue diferente y parecía que todo el pueblo conspiraba contra nosotros. Nos acercamos a la entrada del parque y viendo si es que podríamos entrar nos enfocan con una linterna. Sí, nos pillaron como a tres crios que intentan hacer una travesura. El guarda del parque nos hizo varía preguntas y aunque intentamos escabullirnos de la tasa de entrada, esta vez tuvimos que pagar. Eso sí, las excusas y explicaciones que se nos pasaban por la cabeza para no pagar, nos dejaron un par de anécdotas y risas.
De tal manera acampamos donde nos dijo el guarda y ya sin la presión de adentrarnos en el parque bajo la luz de la luna, montamos las carpas y nos comimos nuestra tortilla española para dormir pronto y salir lo más temprano posible.
A las seis y media de la mañana ya estábamos caminando. Ese día nos pusimos como meta 24 kilómetros. La ruta va siguiendo el río Santa Cruz mientras asciende por una hermosa quebrada. El camino era fácil y la sombra y el fresco de la mañana ayudaban a disfrutar de él.

Entre risas y bromas las horas fueron pasando rápidamente gracias a las vistas que siempre te mantenían atento a la ruta. Parábamos cada hora y media para reunirnos y descansar un poco, pero claro tras haber andado unos 15 kilómetros de subida con tanto peso en la espalda, la hora de descanso parecía que cada vez se hiciese más larga. Además la mochila que un compañero del Tambo me prestó amablemente, no era una mochila preparada para un trekking y los últimos kilómetros del primer día se hicieron interminables en alguna que otra ocasión.

Cuando faltaba poco para cumplir nuestro objetivo, el camino, fácil y llevadero hasta el momento, se complicó un poco más. A punto de terminar, la ruta continuaba por lo que parecía ser el cauce de un río ahora seco. Y el cansancio, las mochilas y las piedras sueltas, nos llevaron en algún punto a agobiarnos y querer tomar un atajo. Por suerte cuando vas con más gente unos apoyan a otros y seguimos con nuestra ruta pensada, de lo contrario no habríamos disfrutado del atardecer y la noche que pasamos en ese mirador del Alpamayo.
Al principio pensábamos dormir en una zona de acampada, pero cuando llegamos allí decidimos disfrutar de ese espacio en el que estábamos completamente solos, bueno, hasta que llegó Paca y toda su familia. Se ve que donde pusimos las tiendas de campaña era el sitio de descanso de unas vacas que nos miraban de manera inquisitiva. Lo que más nos extrañaba es que a 4300 msnm y con ese frío, estas criaturas estubieran allí como si nada.


Preparamos nuestro primer menú del trekking para cenar y tras unas fotos, risas y charlas nos fuimos a descansar. Pero nuestra amiga Paca se vengó de que usurpásemos su lugar de descanso y se mostró curiosa hacia nuestra cocina, carpas, mochilas y todo lo que dejamos fuera, manteniéndonos despiertos casi dos horas hasta que se fue.
A partir de ahí podríamos decir que pudimos descansar aunque la noche fue bastante fría y nos despertamos varias veces. Ni yo ni mis compañeros nos arrepentimos de haber decicidido dormir en ese punto tan alto y haber pasado frío y es que las vistas eran increibles.


A las cinco y media de la mañana, cuando sonó el despertador, nadie era capaz de sacar la nariz fuera del saco. Aún así le echamos valor y nos dirigimos a ver una laguna que había a tres kilómetros antes de empezar la ruta como tal. Estábamos rodeados por completo de nevados y con el frío de la noche estába todo lleno de escarcha, nos temblaba hasta la última pestaña y llegamos a la laguna justo cuando el sol aparecía por encima de los picos blancos.

Disfrutamos un rato del lugar mientras el sol nos desentumecía y luego regresamos para desmontar las tiendas y continuar el día. En la segunda etapa nos quedaban como siete kilómetros de subida para llegar al abra, el paso de montaña de Punta Unión, que se encuentra a 4750 msnm. Fuimos subiendo cada uno a nuestro ritmo, disfrutando del paisaje. Estábamos a mucha altura y nuestro pasos eran firmes pero constantes mientras que nuestra respiración se aceleraba a cada metro que subíamos. En el camino nos cruzamos en varias ocasiones con tours en los que el verdadero peso de la expedición lo llevaban los burros, a los que les flaqueaban sus articulaciones mientras subían o bajaban por esas pendientes. Pero nuestra cara no se parecía en nada a la de esos turistas, seguramente ellos nos verían y pensarían pobrecillos están reventados.
- Ánimo, ya casi estais.
- Venga que las vistas merecen la pena.
- ahg. (Era lo único que no permitían nuestros pulmones, que en el idioma del que sube a 4000 metros quiere decir: hola ¿que tal?, muchas gracias vamos bien solo que aqui no aire suficiente para todos jejeje)
Pablo subió algo más rápido y para cuando Silvia y yo llegamos ya había descansado. Comimos rápidamente porque de nuevo las nubes se propusieron echarnos del lugar y empezaron a granizar.

Como si nos persiguiese una nube de abejas, bajamos entre granizos y aguanieve lo más rápido que pudimos. Al poco las nubes quedaron en altitud y el sol volvió a calentar poco a poco. Ya algo cansados decidimos parar un poco antes de lo previsto en otro campamento. Hay que decir que teníamos intención de bañarnos en el río, en ese momento siempre me acuerdo de mi compi de trabajo Sonia ''!Tú tienes que ser un hippie limpio!'', pero Sonia hija, no es cuestión de ser limpio o sucio, es cuestión de supervivencia, despues de ese baño iba a ser un hippie limpio y con varias falanges menos por congelación.
Bajo la supervisión del chef Pablo, especialista en arroz montañero, me encargué de la cena de esa noche. Los mejores momentos del trekking no fueron las vistas sino los ratos que pasamos los tres juntos en los campamentos. Y si además se juntan dos payasos, no hay más que contar. Cenamos, compartimos unas risas y nos fuimos a dormir.

Nuestra idea del tercer día era completar el trekking e ir a la laguna 69. Dormir en la laguna quedó descartado por el frío ya que estaba a mucha altura, pero nos levantamos pronto y seguimos camino. A las 8 de la mañana ya habíamos completado el trekking, fuimos rápidos porque se suele hacer en cuatro días. Llegamos al pueblo desde el que cogeríamos la combi para iniciar la ruta de la laguna, pero como empezaban a pasar a als doce, decidimos hacer dedo. Paró un camión y nos llevó por una ruta espectacular donde en cada curva pensábamos que nos despeñaríamos. La sorpresa fue que al bajar, el conductor nos dice ¿pasajes? jejeje ya nos habían avisado que aquí en Perú el autostop se paga y ahí nos lo demostraron.

Se unieron varios factores ese día, imagino que el cansancio, que nos dejaron en un punto que realmente no era el comienzo de la ruta, que nos dijeron que era plano y se llegaba en media hora, que resultó que todo era mentira, sería la unión de todo eso que no parábamos de quejarnos de sentirnos enfadados y se notaba un ambiente pesimista porque el camino no estaba muy claro y no aparecía en nuestro amado maps.me, hasta que Silvia que iba más calmada dijo ''ey chicos, no me gusta nada este ambiente, además mirad que sitio y tenemos la suerte de que vamos a subir y bajar por rutas diferentes'' y a partir de ahí dijimos es verdad, nos relajamos ya llegaremos.
Al final todo se arregla y no hay mal que por bien no venga. Pudimos ver por cierto el Huascarán, el famoso pico que da nombre al parque nacional y que se había estado escondiendo todo este tiempo.
Como habíamos decidido no dormir arriba, escondimos las mochilas en unos arbustos y subimos más ligeros y algo más rápidos para intentar que nos diese tiempo a coger las combis de vuelta al hostel.
Después de haber visto ya varias lagunas, creo que ninguno esperaba encontrar aquella vista, aún habiéndonos avisado de que nos iba a encantar. Era impresionante otra vez más. Vas recorriendo un lugar que te regala a cada rato un paisaje sorprendente y aún sigue guardando sorpresas.
Y sí, señoras y señores, habíamos completado con éxito y en tan solo tres días el trekking de Santa Cruz y la laguna 69 y éstabamos radiantes de emoción.

Pero tranquilos, esta vez tengo más cosas que contar, hoy no acba aquí la aventura.
Bajamos, recogimos nuestras mochilas y nos dirigimos a coger las combis para volver a Huaraz. Pero después de que nos dijesen que no nos montaban en un servicio que era solo para cuatro turistas y que iba con la combia vacía, nos enteramos de que ya no había más coches hasta las cinco de la mañana, eran las cuatro y media de la tarde. Nos lo dijo un taxista que paramos a preguntar y cuando vió nuestra cara nos dijo ''voy completo pero si os quereis montar en el maletero os puedo llevar''. Aún pudiendo acampar otra noche más, dijimos que sí. Tocaba jugar al tetris.

''Esta mochila ponla aquí, tu sientate y dame la otra mochila, Silvia tu a los asientos con las tres señoras y esa muchacha puede ir delante con su madre, a ver cuidado con la cabeza que cierro y ya estamos los nueve y todos los bultos ¿no? bien pues nos vamos''.
Al principio la situación nos hacía gracia. Ese coche no paraba de soltar polvo, no sabíamos de donde y parecía que fuese a desmontarse en el siguiente bache. Pero cuando se nos empezaron a dormir los pies por la postura y comprobamos que aún quedaban 20 kilómetros, ya nos reíamos menos. Por suerte las señoras bajaron antes y nos volvimos a acomodar.


Llegamos ya de noche al hostel con la agradable de sensación de regresar a casa. Y es que ''El Tambo'' ha sido nuestra casa durante dos semanas. Una casa con mucha gente de muchos lugares y con muy buen ambiente. Y como en todas las casas grandes, en esta también hubo grandes comidas. Al día siguiente de llegar, nos pusimos de acuerdo e hicimos pizzas para todos. Mañana de compras y tarde de preparativos. Pablo y Diego con la leña y el horno, otros cortaron la verdura, Silvia y yo rallamos el queso y cuando el horno estubo caliente nos pusimos a amasar y preparar con la coordinación de la mejor pizzería. Diego y yo con la masa, Silvia a los ingredientes y Pablo controlaba el horno con una precisión exacta. Cada seis minutos salía una pizza y tardaba un solo minuto en desaparecer del plato. 17 pizzas salieron esa noche para alrededor de 25 personas. Y esos son los buenos momentos de un viaje, mucha gente, buen ambiente, música y buena comida.
Los días siguientes al trekking nos dedicamos a descansar, comer bien, alguna rutita suave y aprender a tejer macramé. Casi todos los chicos son artesanos y nos enseñaron a hacer algunas pulseras, pero ya dedicare una entrada solo a ellos.
El último día, sin ganas de irnos, las horas pasaban muy rápido y los equipajes esperaban al último minuto para prepararse.
Llegó la hora de continuar cada uno su camino, pero esta vez con las alforjas llenas de gente encantadora, promesas de visita a varias partes del mundo y futuros reencuentros.
Sin ninguna duda, las dos mejores semanas de todo el viaje hasta el momento.
A todos los que formaron parte del ''El Tambo'' en ese momento, que os vaya bonito, que continueis viviendo el viaje de vuestra vida y como se dice mucho por aquí, ¡ÉXITO!
